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lunes, 5 de enero de 2015

La Primera República Española

La Primera República Española


En la tarde del 11 de febrero de 1873 se proclamaba la república por una amplia mayoría de votos (258 a favor, 32 en contra), en los que se integraban una mayoría de radicales y cimbrios que pensaban en un régimen similar al de Amadeo de Saboya, pero sin monarca. Esa no era, sin embargo, la idea de quienes se proclamaban republicanos ni de los que habían visto defraudadas sus esperanzas por el régimen instaurado en 1868.


1. La Debilidad Del Nuevo Régimen             

La pugna entre federales y unitarios o radicales marcó la historia de la primera experiencia republicana en España. La historia de este período abarcó menos de un año, del 11 de febrero de 1873 al 3 de enero de 1874, cuando el golpe de Estado del general Pavía derrocó al gobierno republicano. En ese tiempo se sucedieron numerosos acontecimientos: cuatro presidentes (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar), seis gobiernos, una
intensa agitación social, dos guerras -carlista y cubana», y la revolución cantonal. El esfuerzo para construir un nuevo modelo de Estado tropezó con múltiples dificultades:

- Una era la cuestionada legitimidad de su origen, al haberse proclamado en sesión conjunta de ambas cámaras, constituida en Asamblea Constituyente, algo que no permitía la Constitución de 1869.
- Otra dificultad fue la diversidad de corrientes políticas y proyectos que defendían radicales y federales, por un lado, y las distintas tendencias dentro del federalismo, por otro.

El primer presidente del poder ejecutivo fue Estanislao Figueras. Su gobierno estuvo formado por cinco ministros radicales y figuras simbólicas del republicanismo (Salmerón, Castelar y Pi i Margall). Se mantuvo la Constitución de 1869, suprimiendo solo los artículos referidos a la monarquía. El 24 de febrero, la Asamblea eligió un gobierno netamente republicano presidido por Figueras. Un mes después, se disolvía la Asamblea tras
haber abolido la esclavitud en Puerto Rico y haber suprimido las quintas.

Se convocaron elecciones para mayo de 1873, con carácter constituyente, pero la agitación federalista hizo temer a los radicales que perderían las elecciones, por lo que prepararon un golpe para el 23 de abril, que fracasó. 

Serrano y Martos huyeron y se refugiaron en Francia. La consecuencia del fracaso de este golpe fue la ruptura entre radicales y republicanos. Finalmente, las elecciones se celebraron el 10 de mayo.


2. La República Federal                                 

Con mayoría republicana federal, las nuevas Cortes Constituyentes comenzaron sus sesiones el 1 de junio y en la primera votación (7 y 8 de junio) proclamaron la república democrática federal.

A Figueras le sustituyó el ll de junio Francesc Pi i Margall, quien intentó conciliar las corrientes republicanas con un programa de «orden y gobierno». Pero los problemas que tenia que afrontar eran casi insuperables: dos guerras (la carlista y la de Cuba) con un ejército en plena disolución y unos oficiales contrarios a la república, y diversos cambios de gobiernos en pocas semanas para dar satisfacción a la derecha republicana.

Pi quería negociar con carlistas y republicanos impacientes, pero en julio de 1873 se produjo en Alcoy una huelga general que derivó en insurrección generalizada. La huelga se reprimió a tiro limpio. Pronto surgieron los cantones, que proclamaron la república federal. El fenómeno cantonalista desbarató los planes de Pi y, ante la resistencia de este a reprimir los levantamientos cantonales, el gobierno entró en crisis. Nicolás Salmerón sustituyó a Pi en la presidencia de la república y se comprometió a restablecer el orden y aprobar las reformas sociales pendientes.


El Cantonalismo

El cantonalismo surgió por dos causas: como reacción defensiva ante la posible derechización de la república y como medio de presión para acelerar la implantación de la república federal. Como movimiento social respondió a diversas demandas sociales y políticas cuyo objetivo común era establecer el federalismo hasta sus últimas consecuencias. Se basaba en la democracia directa, la autonomía de municipios y diputaciones, la supresión de consumos y quintas, el reparto de la tierra, un anticlericalismo difuso y la defensa de los intereses de las clases medias y populares. Pero en ningún caso cuestionaron la unidad de España, a pesar de la apariencia de fragmentar el Estado en cantones independientes.

El movimiento cantonal de 1873 dividió a los republicanos entre los transigentes (Pi, Suñer, Capdevila) y los partidarios de la represión. Pi intentó dar respuesta a estas demandas sociales con medidas como la ley Benot, que regulaba el trabajo de los niños; la abolición de la esclavitud en Cuba y el proyecto de reorganización del ejercito, Pero el propio contexto de agitación hizo inviable estas medidas.

La secuencia temporal de este movimiento se inició en Cartagena el 12 de julio de 1873, al que siguieron entre el 18 y el 22 del mismo muchos otros cantones (Valencia, Alicante, Almansa, Murcia, Sevilla, Cádiz, Salamanca, Málaga, etc.). La represión se inició el 20 de julio por el gobierno de Salmerón, el 21 declaraba piratas los barcos anclados en Cartagena, y entre fines de julio y principios de agosto cayeron los principales cantones andaluces y valencianos. Los últimos en caer fueron Málaga, el 19 de septiembre, y Cartagena, en enero de 1874.


El Proyecto De Constitución Federal

Pi i Margall había presentado a las Cortes un proyecto de constitución para la república federal. Una vez derrotados la mayoría de los cantones, el día 11 de agosto comenzó la discusión del proyecto, ya con Salmerón en el poder. Pero el escaso interés por parte de los diputados y los serios problemas del período postergaron el debate sine die tres días después.

La Constitución non nata de 1873, elaborada apresuradamente por Emilio Castelar, era un texto poco sistemático que definía una «nación española» compuesta por 17 Estados, regulaba los derechos y libertades de los españoles, declaraba la república federal como forma de gobierno de la nación española y delimitaba los poderes del Estado federal y de los Estados de que se componía. 


3. La República Centralista                           

El 6 de septiembre, Salmerón dejaba la presidencia del poder ejecutivo al negarse a firmar dos sentencias de muerte a dos militares que se habían pasado al ejercito carlista. Se había debatido esos días la cuestión de la pena de muerte, y Salmerón, que se oponía, prefirió dejar el poder a cumplir la exigencia de los militares.

Le sustituyó Emilio Castelar, nombrado presidente el 8 de septiembre. Castelar defendía una república centralista (a pesar de haber elaborado el proyecto de constitución federal) y movilizó a los reservistas para acabar con el problema cantonal y continuar las dos guerras vigentes, carlista y cubana. Postergó la discusión del proyecto constitucional. Firmó las penas de muerte que Salmerón rechazó e hizo volver a los dirigentes de los partidos radical y constitucional, entre ellos el general Serrano. 

En la reanudación de las sesiones de las Cortes el 2 de enero de 1874, Castelar debía rendir cuentas de su tarea de gobierno desde septiembre. En el debate de esa tarde, Castelar presentó la necesidad de separar iglesia y Estado y un proyecto de abolición de la esclavitud en Cuba, pero nada dijo del proyecto de constitución, que parecía ya olvidado. El general Pavía, capitan general de Madrid, había preparado un golpe de Estado del que el
mismo Castelar tenía conocimiento, para apoyarle. Pero tras negar la cámara la confianza a Castelar, este dimitió. En la madrugada del 3 de enero, Pavía rodeó el edificio del Congreso con tropas del ejercito y de la Guardia Civil, y ordenó que desalojasen el hemiciclo. Después del asalto a tiros, los diputados huyeron sin mayor resistencia, aunque habían jurado horas antes morir antes que abandonar sus escaños. Sin resistencia, pues, ni en el Congreso ni en la capital, finalizaba el experimento republicano.


4. El Gobierno De Serrano                            

La primera decisión era establecer el modelo político del nuevo gobierno. Para ello, Pavía reunió a los tres capitanes generales residentes en Madrid (Serrano, Concha y Zavala) y a un grupo de políticos entre los que estaban Sagasta y Cánovas para imponer una república con Serrano como presidente, muy influida por el modelo francés. Todo ello después de advertir fue el golpe no se había dirigido contra la república, sino contra quienes habían derrotado a Castelar en las Cortes y defendían el retorno a la experiencia federal, que la gente de orden y el ejercito no aceptaban.

De enero a diciembre de 1874, se instauró un régimen conocido como república unitaria o dictadura del general Serrano, ya que fue el quien presidió el gobierno y ejerció como presidente del poder ejecutivo. Su mandato se abrió con un golpe de Estado y se cerró con otro, el 29 de diciembre.

El propio Cánovas, del partido alfonsino, definió el régimen del general Serrano como «la aspiración al poder supremo de un soldado con fortuna». Se trataba de una dictadura personal encubierta bajo la forma republicana. Era un sistema híbrido sin constitución, pues la de 1873 no se había promulgado y la de 1869 se había dejado en suspenso. El manifiesto a la nación del 8 de enero de 1874 definía las intenciones de los autores del
golpe; «Un poder robusto cuyas deliberaciones sean rápidas y sigilosas, donde el discutir no retarde el obrar». Reconocía la Constitución de 1869, pero quedaba en suspenso hasta que la normalidad retornase a la vida pública. Se daba un papel primordial al ejercito, única institución vertebrada y asentada en «una nación dividida», lo que le confería un papel arbitral. El manifiesto no utilizaba el termino «republicano», hacía un llamamiento a los partidos liberales (constitucionalistas y radicales) y marcaba distancias con los republicanos federales. Apelaba a los grupos sociales acomodados, la gente de orden, lo que permite concluir que el golpe de Pavía fue resultado de la disidencia de un sector poderoso de la sociedad civil.


Hacia El Retomo De Los Borbones

Los gobiernos del ano 1874, un total de tres, siempre actuaron con la idea de provisionalidad y de volver a la normalidad institucional. Tanto el decreto de disolución de las Cortes Constituyentes como la vigencia de la Constitución de 1869 se supeditaban a la «normalización» de la vida política y la recuperación del orden, ya que continuaban abiertas las dos guerras, la cubana y la carlista, y que aún resistía el cantón de Cartagena.

Esta provisionalidad facilitó los preparativos del retorno del hijo de Isabel II, Alfonso. El 3 de septiembre Sagasta sustituyó al general Zavala en el gobierno, mientras el general Martínez Campos preparó un pronunciamiento, del que Cánovas (principal dirigente del sector alfonsino) no era partidario. Canovas quería una restauración monárquica por la vía civil, evitando el pronunciamiento. Martínez Campos salió de Madrid el 26 de diciembre, marchó hacia Sagunto tras comunicar sus planes a Cánovas, y allí arengó a las tropas el 29 de diciembre proclamando a Alfonso Xll nuevo rey de España. La rápida adhesión al pronunciamiento obligó a Serrano a marchar a Francia, mientras el último día del año Cánovas constituía el «ministerio-regencia» que inauguraba una nueva etapa.



sábado, 3 de enero de 2015

El Reinado De Amadeo I

El reinado de Amadeo I


Amadeo de Saboya fue elegido rey por el empeño del general Prim, quien quería evitar la proclamación de la república. Pero el mismo día en que el nuevo monarca desembarcaba en Cartagena, el 30 de diciembre de 1870, Prim moría en Madrid víctima de un atentado. Desaparecía así el principal valedor de Amadeo y, sin el, su reinado fue un largo desierto.


1. El Difícil Reinado De Amadeo De Saboya       

Nunca se supo quien asesinó a Prim. Las investigaciones inculpaban, sin pruebas, a Serrano y otros políticos, al duque de Montpensier o a los esclavistas españoles de Cuba, porque Prim era partidario de abolir la esclavitud.

Amadeo entró en Madrid el 2 de enero de 1871, juró la constitución y comenzó la primera experiencia de una monarquía democrática en España. Pronto sufrió el menosprecio o la indiferencia de los altos mandos militares y de la aristocracia: fue muy comentado el desplante de las damas
de la «alta sociedad» madrileña en la «manifestación de las mantillas» en la Castellana, donde exhibieron flores de lis, símbolo de los Borbones.

El nuevo rey tuvo que encargar la formación de gobierno a Serrano, a pesar de que nunca llegaron a entenderse.

La inestabilidad política y social

Uno de los principales problemas políticos fue la división interna en los partidos que apoyaban a Amadeo, unionistas y progresistas, especialmente estos últimos. Esta división era reflejo del personalismo, pero también del bipartidismo que perfilaba la vida política. Dentro del progresismo se formaron dos tendencias:

- Una más conservadora, con Sagasta a la cabeza: eran los llamados constitucionalistas, que tuvieron el apoyo de los unionistas de Serrano.
- Otra mas reformista, dirigida por Ruiz Zorrilla, los radicales, a la que se unieron los cimbrios, provenientes del partido demócrata que se había escindido entre los que defendían la monarquía y los partidarios de la república.

Ambas facciones se enfrentaron, lo que hacía inviable la acción de gobierno. Esto llevó a la crisis de julio de 1871, en la que Amadeo encargo gobierno a Ruiz Zorrilla, que decretó una amnistía y logró un empréstito para sanear la Hacienda. Pero en octubre fue sustituido por un militar próximo a
Sagasta. La ruptura se confirmó en las elecciones de abril de 1872.

Por otro lado, existía una gran agitación sociopolítica derivada de los efectos de la Comuna de París y la difusión de los principios de la I Internacional en España. El miedo a la revolución proletaria empujó a Sagasta a adoptar medidas represivas contra las organizaciones obreras: dos circulares de mayo de 1871 y enero de 1872 prohibieron las actividades de los internacionalistas y cualquier acto público en España.

Sagasta presidió el gobierno desde diciembre y buscó alianzas cambiantes con unionistas o demócratas, pero hizo uso de la manipulación electoral, a pesar de las demandas de Amadeo de que las elecciones fueran limpias.

El desprestigio del gobierno obligó a Amadeo a sustituir a Sagasta y poner en su lugar a Serrano, quien en aquel momento (mayo de 1872) estaba dirigiendo la guerra contra la sublevación carlista al frente del Ejercito del Norte. Pero Serrano duró pocos días, pues la firma unilateral del Convenio de Amorebíeta (24 mayo de 1872), por el que indultaba a los carlistas, in
dignó a militares y radicales. Le sustituyó Ruiz Zorrilla, que presidió el último gobierno de la monarquía amadeísta.

A toda esta inestabilidad política y social contribuyó la importante oposición de los republicanos federales, cada vez mas radicalizados.

Las guerras y los problemas con el ejército

A todos estos problemas se unió el estallido de otra rebelión carlista y de la guerra de Cuba, que se inició en 1868, en la que el gobierno se enfrentó tanto a los independentistas de Carlos Manuel de Céspedes como al «partido español» de la isla que controlaba los negocios, exigía mantener la esclavitud y se oponía a cualquier refonna del sistema cle explotación.

El malestar en el ejercito se acrecentó por el nombramiento del general Hidalgo como capitán general de las Vascongadas. El arma de artillería prorestó por considerar que había participado en la represión de los artilleros del cuartel de San Gil en 1866. Para presionar, los mandos artilleros solicitaron la separación colectiva del servicio. El gobierno y las Cortes estaban decididos a reafirmar el poder civil sobre el ejercito y aceptaron la renuncia de los oficiales. Este nuevo foco de enfrentamiento colmó la paciencia del rey Amadeo se negó en un primer momento a firmar el decreto de reorganización del arma de artillería, pero al haberlo apoyado el Congreso, lo firmó, y el día 10 de febrero de 1873 renunció a la corona.

El balance del reinado habla por sí solo: seis gabinetes, tres elecciones generales a Cortes y el fracaso del primer experimento de monarquía democrática, de clases medias, Mientras, el rechazo de la nobleza, de los círculos selectos de Madrid, fue aprovechado por Canovas para favorecer la causa del futuro Alfonso Xll, hijo de Isabel ll, y formar el partido alfonsino.

A las tres de la tarde del 11 de febrero de 1873, el Congreso y el Senado, en sesión conjunta, asumieron los poderes y proclamaron la república por 258 votos a favor y tan solo 32 en contra.

2. La Tercera Guerra Carlista (1872-1376)   

El carlismo adquirió nuevo impulso durante el Sexenio. La llamada segunda guerra carlista (1846-1849) y el incidente de San Carlos de la Rápita (1860) son capítulos de poca entidad en la historia de las guerras civiles del siglo XIX, Fue la guerra de 1872-1876 el otro gran acto de la lucha entre los gobiernos liberales y el carlismo. Reorganizado en esta nueva fase, el partido carlista experimentó un rearme militar e ideológico. A él se sumaron los neocatólicos*, partidarios de la lucha legal y del acceso pacífico al poder, lo que hizo que en el carlismo convivieran dos corrientes:

- Una facción más abierta, identificada con el general Cabrera y otros militares, acusada de heterodoxa y próxima a la masonería.
- Otra más ortodoxa, a cuyo frente estaban Carlos VII y Cándido Nocedal, que optó por la lucha legal hasta que el retroceso electoral de 1872 les decidió por la acción militar.

La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872, tres días después de abrirse las Cortes, con el levantamiento fallido del general Castells en Barcelona, Dorregaray en Valencia, Savalls en Gerona y Ferrer en el Maestrazgo. El fracaso de la sublevación en el País Vasco dio por cenada esta primera fase de la guerra. Don Carlos había entrado en territorio español, pero tras la derrota carlista en Oroquieta, se firmó el Convenio de Amorebieta, por el que Serrano concedía indulto general a los insurgentes, lo que le valió serias críticas. El convenio desmovilizó las partidas carlistas, pero don Carlos no lo aceptó y la lucha siguió en Cataluña. 

La reorganización del ejército carlista tras la derrota de Oroquieta llevó a reanudar las hostilidades en diciembre de 1872. La guerra se generalizó durante 1873, don Carlos entró de nuevo en España en julio y sus partidarios ocuparon el País Vasco, Navarra y parte de Aragón, de la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha (Cuenca, Albacete). El capítulo más importante del conflicto fue el sitio de Bilbao, que ganaron las tropas liberales.

La forma en que se produjo la guerra y las peculiaridades del territorio permitieron la creación de un Estado alternativo en el norte del país, integrado por las tres provincias vascas y Navarra. Su base institucional fueron las diputaciones, y se llegó a legislar en cuestiones de enseñanza, orden público, levas de soldados o economía; emitió moneda a  y tuvo servicio de correos propio. Las sedes fueron Estella y Durango. La ideología carlista del Sexenio, de base romántica, idealizaba el mundo rural y las tradiciones, todo ello teñido de un intenso catolicismo, un autoritarismo monárquico y la defensa de los fueros. 

Tres razones o «resistencias» explican la persistencia del conflicto carlista a lo largo del siglo XIX:
- La primera fue la resistencia del mundo campesino a la penetración de las formas productivas del capitalismo moderno.
- La segunda sería la resistencia de los territorios forales, o que habían disfrutado de privilegios forales en el pasado (caso de los reinos de la antigua Corona de Aragón), al centralismo liberal.
- La tercera resistencia era al proceso de secularización iniciado en España con la revolución liberal. Frente a ese proceso se alzó una religiosidad tradicional, integrista, que se apoderó del discurso de la «tradición». 

La centralización establecida en 1876, tras el fin de la guerra, acabó con los restos del sistema foral vasco y abrió el camino para la transformación, durante el período de la Restauración, del viejo fuerismo en el nacionalismo de base étnica, católica y xenófoba.



miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Regencia De Serrano

La Regencia De Serrano


Las Cortes Constituyentes iniciaron sus sesiones el ll de febrero de 1869 y el debate del proyecto de nueva constitución el 6 de abril. El texto constitucional se promulgó dos meses mas tarde, el 6 de junio, después de aprobarse por amplia mayoría de 214 votos a favor y 55 en contra.


1. La Constitución De 1869                           

Es un texto de extensión media, con 112 artículos, influido por la constitución belga de 1831 y la estadounidense de 1787. Establecía en el preámbulo la soberanía nacional de base popular y proclamaba la división de poderes y una amplia declaración de derechos. De su contenido destacaban los siguientes aspectos:

- Regulaba todos los derechos individuales que reconocía, incluso «cualquier otro no consignado expresamente». Esos derechos eran los de libertad de cultos, de reunión y asociación, de residencia, de enseñanza, de expresión y de inviolabilidad del domicilio. Si se hacía uso indebido de esos derechos, estaba prevista su’ suspensión, pero solo mediante una ley La libertad de cultos suscitó un encendido debate entre el canónigo Manterola, defensor a ultranza de los privilegios de la lglesia, y el diputado republicano Emilio Castelar.

- Se establecía el sufragio universal como la conquista política más destacada de la revolución de 1868, tal y como señalaba el art. 16, a lo que se opuso sin éxito el diputado conservador Cánovas, que quería establecer limitaciones a este derecho.
- Se instauró un sistema bicameral. El Senado se elegía por sufragio universal indirecto, pero solo podían ser senadores los mayores contribuyentes las altas capacidades, lo que le daba un resabio censitario. El Congreso estaba integrado por un diputado por cada 40.000 habitantes, elegido por sufragio universal.
- El rey tenia atribuciones semejantes a las de constituciones anteriores, pero el art. 33 aclaraba que esa monarquía estaba sujeta a la soberanía nacional de la que emanaban todos los poderes del Estado, incluso los del monarca. Era una monarquía de nuevo cuño, adaptada a los tiempos, Esta peculiaridad planteó la necesidad de buscar un nuevo rey, lo que marcó la vida política de España hasta fines de 1870.



2.Los Problemas De La Regencia                

La adopción de la monarquía como forma de gobierno provocó la dura oposición de los republicanos y obligó a nombrar a Serrano regente, mientras Prim ocupo la jefatura del gobierno. El poder ejecutivo tuvo que hacer frente problemas internos y  exteriores que complicaron su devenir:

- Una guerra colonial en Cuba que se había iniciado en 1868.
- La oposición activa de los carlistas y los alfonsinos, cada uno por razones contrapuestas. Los carlistas ya no tomaron parte en la votación de junio de 1869 para aprobar la nueva constitución, y dos meses antes habían comenzado a formarse partidas armadas en algunas provincias.
- El permanente acoso de los republicanos, que no aceptaron la solución monárquica de la constitución, lo que se plasmó en el Pacto de Tortosa de 18 de mayo de 1869 con levantamientos armados en Cataluna, Aragón y Valencia durante el verano de ese año.
- El descontento de las capas populares urbanas y rurales, que veían sin respuesta sus demandas sociales.

La etapa de la regencia de Serrano y del gobierno de Prim estuvo, por tanto, plagada de convulsiones sociales y movimientos revolucionarios. En octubre de 1869 se produjo un alzamiento republicano federal, que movilizó tanto a sectores burgueses como al incipiente movimiento obrero. Detrás de ese apoyo popular estaba la frustración por no haber puesto en práctica el gobierno provisional dos reivindicaciones básicas de las clases populares: la supresión del impuesto de consumos y de las quintas. Esta sublevación se extendió por zonas de Cataluna, Valencia y, sobre todo, de Andalucía, donde de nuevo se movilizaron los campesinos andaluces.

Además, en julio de ese ano se habían levantado varias partidas carlistas, que anunciaban la que iba a ser la tercera guerra carlista a partir de 1872. Por si fuera poco, desde 1868 la guerra colonial en Cuba agravaba la inestabilidad política, económica y social.

En este agitado panorama se firmo el Pacto Federal de Tortosa en mayo de 1869, que agrupaba a los comités del partido federal de la antigua Corona de Aragón, al que se sumaron los de Andalucía, Extremadura, Galicia, Asturias, Castilla y León, etc. Los firmantes pretendían un proyecto de España de corte federal. Fueron llamados republicanos «intransigentes». Este plan culminó con la firma el 30 de junio de un Pacto Nacional que creaba el Consejo Federal, Su programa, hecho público en un manifiesto, reclamaba la república democrática federal, y amplia autonomía en municipios y provincias.

Prim reprimió estos levantamientos y asumió amplios poderes en el orden público. También tuvo que afrontar el bandolerismo en Andalucía con un cuerpo policial‘, la Partida de Seguridad Pública, que aplicó la «ley de fugas» sin contemplaciones. El resultado fue mas de 70 muertes entre septiembre y octubre, lo que provoco un duro debate en el Parlamento.



3. En Busca De Un Nuevo Rey                      

A los problemas que acabamos de referirnos se sumaba un asunto de gran complejidad diplomática y de política interior: la elección del nuevo rey, de una dinastía que no fuera la de los Borbones, desplazada del trono tras el pronunciamiento de septiembre de 1868. Llegó a haber cinco candidatos, cuatro de ellos desechados por diversas razones, lo que dejó abierta la candidatura de Amadeo de Saboya como nuevo rey de España. La propuesta para que Amadeo fuera rey se planteó en el verano de 1870 en un contexto muy complejo tanto en política interior como exterior. La derrota de Francia en la guerra contra Prusia, con la desaparición del Segundo Imperio francés, era un elemento desestabilizador, y en política interior la oposición de los republicanos y los partidarios del duque de Montpensier, detrás de cuya candidatura estaba la Unión Liberal y parte del ejército,
amenazaban la estabilidad del gobierno presidido por Prim.

Por todo ello, Prim agilizó la proclamación del nuevo candidato oficial, Amadeo, tras la aceptación de la casa de Aosta en octubre y ante el temor de las consecuencias de la ocupación de Roma y su incorporación al nuevo reino de ltalia, así como la proclamación de la República en Francia. El de noviembre, Prim presentó oficialmente la candidatura, se inició una campaña electoral y el 16 se votó en las Cortes. El resultado de la votación dio un claro triunfo al candidato propuesto: 191 votos para Amadeo de Saboya, frente a 27 a Montpensier y 8 a Espartero, mientras los republicanos emitieron 63 votos contrarios.



martes, 30 de diciembre de 2014

La Revolución De Septiembre Y El Gobierno Provisional



El malestar político, económico y social que se arrastraba desde años atrás condujo al pronunciamiento del almirante Juan Bautista Topete en la bahía de Cadiz el 19 de septiembre de 1868. El modelo político isabelino, forjado en torno a los partidos moderado y unionista, se había agotado. Una coalición de fuerzas progresistas, demócratas y unionistas descontentos firmaron en 1866 el Pacto de Ostende que fue el primer episodio de un movimiento que acabó con el reinado de Isabel II.


1.La Gloriosa Revolución                              

El levantamiento militar de septiembre dio paso a un movimiento revolucionario conocido como La Gloriosa, Esta revolución tuvo algunas peculiaridades: fue resultado de una alianza entre progresistas y unionistas, con la aprobación de los demócratas; aunque intervinieron militares de prestigio (Prim, Serrano, Primo de Rivera, Dulce, etc.), hubo una presencia destacada de civiles de las clases burguesas y medias; el objetivo era derrocar a la reina, no acabar con un gobierno; la difusión fue rápida y su éxito dio lugar a un amplio programa de reformas.

El verdadero ideario revolucionario lo aportaba el partido demócrata. Sus peticiones se centraban en el sufragio universal, la supresión de medidas impopulares como los consumos o las quintas y su defensa de las clases medias y trabajadoras.

Sin embargo, también se considera que fue un movimiento organizado desde el poder por políticos y militares, cuyos objetivos eran finalizar con el bloqueo parlamentario, promovido por la reina y su entorno, que impedía a los progresistas gobernar, así como hacer frente a la pésima situación económica, que afectó a los intereses de los inversores en las empresas ferroviarias. En ese sentido fue una revolución «falseada», pues las juntas revolucionarias y los movimientos de base popular amparados por los demócratas fueron pronto excluidos o perseguidos. El fin, pues, de la revolución era completar la transición iniciada en 1833 hacia una sociedad plenamente burguesa, apoyada en un sistema capitalista eficaz, cuyos actores eran hombres de negocios vinculados al poder político.

Tras el levantamiento militar, la revolución se extendió por toda la Península: Sevilla, Málaga, Córdoba, Huelva, La Coruña, Alicante y Santander. En San Sebastian, donde veraneaba la familia real, la noticia sorprendió a la corte, el gobierno de González Bravo dimitió y fue sustituido por un militar. Pero la incapacidad para hacer frente a la sublevación tuvo su reflejo en el combate del 28 de septiembre entre tropas sublevadas, al mando de Serrano, y las fieles a la reina, dirigidas por el general Novaliches. Esta batalla tuvo lugar en el puente de Alcolea (Córdoba). El triunfo fue para los sublevados, lo que provocó el día 30 Isabel II abandonara con su corte el país en dirección a Francia.

El gobierno entregó el 29 de septiembre el poder en Madrid a una junta revolucionaria, que se encargó de regular la revolución. Las primeras juntas se formaron en Andalucía y Barcelona y les siguieron las de Alicante, Murcia, Zaragoza, Valladolid, Burgos, Santander, Coruña o Asturias. Pero la deriva radical fue cortada con rapidez. En general el programa  revolucionario se cenia al establecimiento de libertades políticas y civiles, secularización del Estado, reforma de la Hacienda, libertad económica y rechazo de la dinastía carbónica. Las juntas estuvieron dominadas por las llamadas al orden, a preservar la propiedad y a la prudencia, desplazando las demandas radicales de raíz democrática y republicana.

El 3 de octubre la junta revolucionaria encomendaba al general Serrano la formación de un gobierno provisional, que se constituyó el día 8, tras la llegada del general Prim. El 13 de octubre se establecía la disolución de las juntas. Muchos de sus miembros fueron compensados con puestos en ayuntamientos y diputaciones.

En parte del país, las juntas revolucionarias ocuparon un poder paralelo que competía con el del gobierno provisional. Su composición y programa variaba según predominaran en ellas progresistas o demócratas. Las juntas con mayoría de demócratas fueron más reacias a disolverse tras la orden del gobierno, por lo que durante unas semanas hubo un doble poder. Muchas juntas se resistieron a su disolución. Fue el caso de las de Barcelona, Valladolid, Alcoy o algunas andaluzas que veían frustradas sus esperanzas de reforma social: la de jerez de la Frontera pidió la instauración de la república; y hubo motines en El Puerto de Santa María, Cáliz y Málaga.


2.El Gobierno provisional Y Su Labor         

El gobierno provisional, presidido por Serrano, lo formaban cinco ministros progresistas y cuatro unionistas; los demócratas quedaron fuera, y con ellos el sector mas revolucionario. Las primeras medidas se dirigieron a controlar la revolución: disolución de las juntas, reorganización de la Milicia Nacional, desarme de los Voluntarios de la Libertad y restitución de la disciplina en el ejército. Sagasta, ministro de la Gobernación, ordenó a los gobernadores civiles mantener el orden «a toda costa».

Una vez cumplido este objetivo, atendió algunas peticiones populares y las promesas recogidas en la proclama del 19 de septiembre:

- Supresión del impuesto de consumos.
- Emancipación de los hijos de esclavos nacidos tras la revolución.
- Decreto de libertad de enseñanza y reforma de la segunda enseñanza.
- Decreto de libertad de imprenta.

El 25 de octubre, el gobierno mostraba en un manifiesto a la nación su programa de reformas, cuyos pilares eran el sufragio universal y las libertades religiosa, de enseñanza, de imprenta, de asociación y de reunión. A ello se sumaron medidas de carácter económico y social: creación de la peseta como moneda nacional, ley de minas y arancel librecambista. Este programa definía un orden social conservador de carácter burgués, en el que los poderosos y acomodados moldearon la revolución, desoyendo las demandas populares y democráticas.

Este distanciamiento entre quienes apoyaban al gobierno provisional y los que demandaban reformas más avanzadas, radicalizó al sector republicano del partido demócrata, que apostó por la república federal, mientras el sector moderado se inclinaba por la monarquía. 


El gobierno provisional convocó elecciones municipales para diciembre, que dieron el triunfo la los republicanos en veinte capitales de provincia, mientras el 15 de enero de 1869 tuvieron lugar las elecciones a Cortes Constituyentes, con mayoría de progresistas y unionistas, pero con un notable grupo de diputados republicanos (85). Ambas elecciones se hicieron mediante sufragio universal masculino, con casi cuatro millones de electores, hombres mayores de 25 años. Las sesiones de las Cortes se abrieron el 11 de febrero y su tarea se centró fundamentalmente en la elaboración de la nueva constitución.

El proceso político iba dejando en el camino las reivindicaciones de las clases populares urbanas y del  mundo rural. El desencanto se extendió por lugares de Andalucía, donde los republicanos incluso se enfrentaron a las demandas de líderes populares, como Caro en Jerez de la Frontera, que incitaba «a la guerra de los pobres contra los ricos». O la revuelta popular contra las medidas del gobernador civil de Cádiz, quien el 5 de diciembre de 1868 declaró el estado de guerra, ordenó el desarme de los Voluntarios de la Libertad y el cierre de todas las publicaciones; duró tres días, llenó de barricadas la ciudad y los Voluntarios se enfrentaron al ejército para acabar pactando el abandono de las armas. Movimientos similares hubo en Bejar, Badajoz, Málaga, Tarragona, Sevilla, Gandía, mientras en Barcelona surgía en diciembre de 1868 el embrión de los movimientos obreros del Sexenio
con la creación de una dirección central de las sociedades obreras.




sábado, 27 de diciembre de 2014

Carlos IV: Los Inicios De La Crisis Del Antiguo Régimen


Los inicios de la crisis del Antiguo Régimen coinciden con el reinado de Carlos IV (1788-1808). En este periodo confluyeron tres coyunturas criticas: la crisis socioeconómica, las consecuencias de la revolución francesa y las dificultades políticas de la monarquía.

1.La Crisis Económica                                   

El crecimiento económico relativamente sostenido que se había registrado hasta la década de 1780 comenzó a mostrar sus limitaciones. Los problemas mas graves se manifestaron en la agricultura, como consecuencia de la caída de los rendimientos, al cultivar tierras cada vez menos fértiles y por las inclemencias meteorológicas. Este descenso rompió el frágil equilibrio existente entre la población y los recursos. Las crisis de subsistencias se hicieron mas frecuentes: 1789, 1801, 1803, etc.

Los precios agrícolas subieron, lo que provoco que el malestar social se extendiese por toda España, con motines y disturbios en algunas localidades: Madrid, Barcelona, Valencia,...
La crisis agraria había demostrado que todavía no existía un mercado nacional integrado. Las dificultades del comercio interior impedían un suministro adecuado, provocando disparidades de precios según las regiones mas altos en el interior, menos elevados en la periferia.

La crisis afecto también al sector manufacturero. En Cataluna la producción de indianas (tejidos de algodón) entró en recesión por la saturación del mercado; lo mismo ocurrió con la depresión de las manufacturas sederas en Valencia, en este caso, como consecuencia de los conflictos bélicos.
La situación económica se agravó con la aparición de una epidemia de fiebre amarilla entre 1800 y 1804, Que no solamente ocasionó un aumento de la mortalidad, sino también migraciones de unas zonas a otras.

2.Las Consecuencias De La Revolución Francesa                                                         

Paralelamente a estos problemas, el gobierno de Carlos IV tuvo que hacer frente a la grave contrariedad política que representó el estallido de la revolución francesa de 1789. Este hecho conmociono la monarquía y tuvo consecuencias importantes tanto a nivel interno como externo.

A nivel interno se produjo un frenazo a la política ilustrada de reformas y un intento de atajar la difusión de las ideas revolucionarias que provenían de Francia mediante la censura y la reactivación de la Inquisición. Fueron pocos, sin embargo, los ilustrados Que simpatizaron con los cambios Que estaban ocurriendo en Francia.

A nivel internacional se produjo un cambio de alianzas. La ruptura de los Pactos de Familia condujo al enfrentamiento con Francia y a la alianza con el Reino Unido; Esta política duró hasta 1795. A partir de esa fecha se volvió a la alianza con Francia y al conflicto con los británicos. 

Se inició un ciclo bélico que desembocaría en la guerra de la independencia (1808-1814). En el reinado de Carlos IV este ciclo presentó dos fases:

- La guerra contra Francia (1793-1795). El conflicto Se desarrolla en el contexto de la denominada primera guerra de coalición (1792-1797), en la que las principales monarquías europeas (Prusia, Austria, Reino Unido, España, Portugal y las Provincias Unidas) Se aliaron para hacer frente a Francia y a su nuevo gobierno revolucionario. En el caso español, la guerra concluyo con la derrota y la firma de la Paz de Basilea (1795).

- Las guerras contra el Reino Unido (1796-1808). Mediante el Tratado de San Ildefonso de 1796, España se convertía de nuevo en aliada de Francia y entraba en guerra contra Inglaterra. En ese momento la principal aportación española era su armada la tercera del mundo. La guerra provocó el bloqueo marítimo ingles y la paralización del comercio exterior. La Paz de Amiens (1802) puso fin al conflicto, aunque el enfrentamiento resurgiría de nuevo en 1804, alargándose hasta 1808. En el contexto de este conflicto tuvo lugar la derrota de Trafalgar (1805), que significó la perdida del potencial naval español.

Las consecuencias de este prolongado ciclo bélico tuvieron un carácter catastrófico. Las perdidas demográficas fueron destacables, lo mismo que las destrucciones producidas en las zonas fronterizas durante la guerra con Francia. Pero más importantes, Si cabe, fueron la paralización del comercio internacional y la aparición de un enorme déficit presupuestario.

3.La Crisis Política Interna                            

Carlos IV no poseía la personalidad de su padre, Carlos III, y recurrió de nuevo a la figura del valido para gestionar el gobierno. Desde 1792 el reino fue dirigido por el favorito del rey, Manuel Godoy. Ambos gobernantes hubieron de afrontar una crisis total. Su prestigio se resintió por la incapacidad de solucionar los problemas económicos y por someter al país a un esfuerzo bélico inútil desde todos los puntos de vista.

La política de Godoy fue suscitando cada vez mas oposición, especialmente por parte de los privilegiados. Su intento de reforzar el poder del gobierno sobre los poderes de la nobleza y la aplicación de medidas desamortizadoras del patrimonio de la Iglesia (1798) le granjearon la animadversión de la aristocracia -Godoy no era noble, por lo que Se le consideraba un advenedizo- y del clero. Lo mismo ocurrió con los sectores ilustrados, que veían como las reformas se frenaban o tenían simples fines recaudatorios.La oposición Se vio reforzada con otros dos factores:

- El intervencionismo de Napoleón Bonaparte , al Que el valido se sometió.
- El antagonismo del príncipe Fernando, apoyado por la aristocracia.

El enfrentamiento del monarca y de Godoy con estas fuerzas desatar la crisis de la monarquía de Carlos IV y, con Ella, la del Antiguo Régimen.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Economía Y Sociedad En El Siglo XVIII

Economía Y Sociedad En El Siglo XVIII


1.La Evolución Demográfica                         

La población española aumento considerablemente durante el siglo XVIII. Este periodo de crecimiento se inició a finales del siglo XVII y se prolongó durante todo el XVIII. Tanto los censos de población de que se dispone (Campoflorido, Ensenada, Aranda, Floridablanca y Godoy) como la información de los registros parroquiales atestiguan un crecimiento demográfico continuo durante toda la centuria. De unos 7,5 millones de habitantes en 1717 se paso a 10,5 millones en 1801, es decir, un crecimiento del 40 % , aunque las cifras de los primeros censos Eran poco fiables.

No obstante, este crecimiento fue desigual. Se puede constatar un incremento mas intenso en la periferia peninsular (Cataluña, Valencia, Murcia, País Vasco, …) y ligeramente menor en el interior. Este hecho modifico el tradicional predominio poblacional del centro e invirtió esa tendencia en

beneficio de las zonas litorales.

Los factores que provocaron este aumento de población fueron diversos. Entre los demográficos, podemos citar el descenso de las mortalidades catastróficas, con la desaparición de la peste y la disminución de las crisis de subsistencias, así como el aumento de la natalidad, como consecuencia de las políticas poblacionistas respaldadas por los reyes. Otros factores también influyeron: mejoras económicas, leves avances higiénicos y sanitarios, menor número de guerras, etc.


La demografía española del XVIII presentaba, a pesar de los cambios señalados, rasgos antiguos: una natalidad alta, que oscilaba en torno al 40 %, y una mortalidad también elevada, de alrededor del 35 %. La conjunción de ambas variables proporcionaba un crecimiento natural bajo. Otros datos confirman también ese carácter antiguo: la elevada tasa de mortalidad infantil, una Esperanza de vida que rondaba los 35 años, etc.


Una parte de este crecimiento poblacional Se concentró en las ciudades, que registraron un notable aumento de su población; algunas, como Madrid o Barcelona, Llegaron a sobrepasar los 100. 000 habitantes.



2.Las Actividades Económicas                    


La Agricultura

La actividad económica más importante seguía siendo la agricultura que, como hemos visto, mantenía unas estructuras de propiedad de tipo feudal. Los rendimientos agrícolas seguían siendo muy bajos, hasta el punto de que Se consideraba bueno el ano en el que la cosecha multiplicaba por cuatro la simiente. Este bajo rendimiento Se debla tanto a las incidencias meteorológicas (sequías especialmente, pero también heladas, lluvias torrenciales, granizadas, etc.) como a las deficiencias técnicas. El aumento de la producción agraria Se lograba mediante el aumento de la superficie cultivada, opción que en España presentaba dos problemas:

- Una parte importante de la superficie agrícola estaba amortizada, lo cual dificultaba la posibilidad de cambiar las técnicas o los sistemas de cultivo.

- Las tierras disponibles solían ser de mala calidad y, por lo tanto, los rendimientos disminuían rápidamente.

Este panorama generaba Una relación población-recursos muy inestable, sobre todo teniendo en cuenta que la población creció durante todo el siglo. Aparecieron así crisis de subsistencias en 1709, 1723, 1750, 1764, etc., aunque sus efectos fueron menos intensos que en periodos anteriores. Las mejoras en los transportes y la liberalización del comercio de granos a partir de 1765 mejoraron el abastecimiento, pero no lograron evitarlas.


Aunque la mayor parte de los cultivos se dedicaban a las diversas variedades de cereales, en algunas zonas periféricas (Galicia, Valencia, etc.) tuvo lugar la difusión de nuevos cultivos. Se amplió así la superficie dedicada a la patata, al maíz, etc.


La monarquía Se preocupó por mejorar la situación del campo y aplicó una serie de reformas para mejorar su productividad. Unas fueron legislativas (libertad de comercio para algunos productos agrícolas, algunas desamortizaciones, supresión de privilegios de la Mesta). También Se realizaron obras de irrigación, como el Canal Imperial de Aragón (1778) o el pantano de Lorca (1791). Asimismo Se promovieron repoblaciones, como las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena.


La Producción Manufacturera

La industria manufacturera era, en general, muy escasa, y orientaba su producción fundamentalmente hacia los mercados locales. El tipo de industria predominante a principios de siglo era el taller artesanal situado en la ciudad, sometido a la regulación gremial y con pocos operarios que trabajaban sin maquinas. Pero, a lo largo de la centuria Se desarrollo también la industria rural; Se trataba de la realización de una actividad industrial en el campo, fuera de la jurisdicción de los gremios. En algunas zonas este tipo de industria generó las bases para la industria moderna -lo que se denomina protoindustria-, pero no siempre ocurrió así. Muchas industrias rurales no desencadenaron procesos industrializadores.

La política económica de tipo mercantilista seguida por los Borbones hasta bien entrado el siglo XVIII pretendía lograr un mayor nivel de autoconsumo industrial. Para fomentar el desarrollo manufacturero establecieron diversas estrategias:


- La aplicación de medidas proteccionistas para fomentar el desarrollo de las manufacturas nacionales. Al mismo tiempo Se evitaba la salida de capitales hacia el exterior -Reales Cédulas promulgadas por Felipe V en 1717 y 1728; Pragmática de Carlos III prohibiendo la importación de

tejidos de algodón (1771) etc.

- La creación, por parte del Estado, de manufacturas publicas, las denominadas Reales Fábricas. Se trataba de grandes talleres dedicados a producir bienes de lujo que tenían en la corte su principal cliente. Otras se dedicaron al suministro de equipos militares. Algunas de ellas nunca fueron rentables ni tampoco indujeron procesos de industrialización, pero Se trató de un intento notable de promover el desarrollo manufacturero.


A partir del reinado de Carlos III se impuso una política económica con algunos rasgos del liberalismo y Que concedía el papel principal a la iniciativa privada, buscando también la colaboración entre la industria y la agricultura. Para desarrollar esta política Se promulgaron diversas medidas: reforma del poder de los gremios, supresión de la deshonra legal de los oficios (1783) y promoción de la libertad de trabajo, entre otras.


Si bien la fabricación de manufacturas Se extendió por toda España, solamente genero dinámicas industrializadoras en Cataluña. En este territorio se compagino un desarrollo agrario especializado en el cultivo de la vid y en la producción y comercialización de aguardiente con la aparición, en

las zonas del interior catalán, de una industria rural dedicada a la producción lanera. Ambas actividades proporcionaron las bases humanas y la acumulación de capital que favorecerían la posterior industrialización.

Esta se produjo en el sector textil y tuvo en las manufacturas algodoneras el principal motor. Las prohibiciones de importar tejido de algodón facilitaron la aparición de las primeras manufacturas algodoneras en Cataluña destinadas a la fabricación de tejidos de algodón blanco o estampado (indianas). Su producción Se dirigía al mercado interior español y Se beneficio de una política proteccionista.



El Comercio

Las actividades comerciales crecieron considerablemente durante el siglo XVIII favorecidas por una serie de circunstancias: el crecimiento económico que se experimentó, sobre todo en la primera mitad; el aumento demográfico y, por ultimo, la política económica mercantilista de la monarquía.
Esta expansión afectó canto al comercio interior como al exterior.

El comercio interior adolecía de algunos problemas. Las infraestructuras de transporte Eran deficientes: en muchos caminos no era posible ni siquiera circular con Carlos, sino que había que hacerlo con caballos o mulas, y abundaban las aduanas y peajes interiores. Coma consecuencia de todo ello, el mercado interior Se hallaba escasamente integrado.


Para solucionar este problema Se emprendieron algunas actuaciones. Unas se referían a las obras publicas: mejora de caminos, sobre todo los que comunicaban la Meseta con el litoral cantábrico; mejora de puertos marítimos; aprovechamiento de los grandes canales para la navegación, etc.

Otras tenían como finalidad la supresión de las aduanas y los peajes; en este sentido la medida más destacable fue la supresión de las aduanas entre la Corona de Aragon y la de Castilla, con excepción de Navarra y el País Vasco. Los intentos de suprimir los peajes (pontazgos, portazgos. . .) fueron mucho menos efectivos, al afectar a los privilegios nobiliarios.

El comercio interior, par tanto, logro mejorar, pero continuó siendo uno de los principales lastres para el desarrollo económico español, pues persistió la mala comunicación entre algunas regiones.


Las relaciones comerciales con el exterior se realizaban fundamentalmente con las colonias americanas y con el resto de Europa. Con 105 países europeos (Francia, Reino Unido, Estados alemanes. .) el comercio era deficitario, pues se importaban productos manufacturados y se exportaban materias primas y alimentos. Esta estructura comercial Se mantuvo vigente a pesar de la política proteccionista que se aplicó durante la mayor parte de la centuria y que tenia como objetivo desarrollar la producción manufacturera española.


Desde un primer momento, la monarquía española estuvo interesada en revitalizar el comercio americano, tanto por intereses fiscales como por su importancia para lograr el desarrollo económico interior. Para ello era necesario crear una nueva organización de las relaciones con las colonias

americanas, pues la diseñada por los Austrias resultaba ya anacrónica. El monopolio del comercio americano en un solo puerto (en el siglo XVIII Cadiz en lugar de Sevilla), así como el antiguo sistema de flotas, limita el desarrollo comercial y no impedía el contrabando.

Ademas, al igual que durante el siglo XVII, buena parte del trafico comercial se hallaba en manos de comerciantes extranjeros, dada la incapacidad de las manufacturas y de la agricultura españolas para cubrir la demanda americana.


Los Borbones pretendieron reformar Esta vieja organización comercial y para ello adoptaron una serie de medidas:


- Supresión del sistema de flotas (1735). A partir de ese momento los barcos podían zarpar de Cadiz cuando lo estimasen, sin esperar la formación de una flota.

- Creación de compañías comerciales a las que se les concedían determinados privilegios de explotación de un territorio o el monopolio del comercio de algún producto. Una de las mas importantes fue la Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728), autorizada a comerciar con
Venezuela. Su creación fue una imitación de los modelos de compañías que, desde una política económica mercantilista, habían establecido en el siglo XVII ingleses y holandeses. No obstante, estas compañías no tuvieron mucho éxito, pues el contrabando y la piratería provocaron su ruina. Ademas, el mercantilismo estaba dejando paso a un creciente liberalismo comercial en las economías mas dinámicas de Europa.

El fracaso de las compañías comerciales indujo la adopción de una política de liberalización del comercio americano. En 1778 se autorizo el comercio con América a numerosos puertos españoles. Ello benefició a algunas zonas, como Andalucía y Cataluna, donde estimuló el desarrollo

comercial y manufacturero.

La relación comercial con América presentaba una estructura opuesta a la Que se manifestaba con las Estados europeos: las exportaciones desde España a América consistían en productos manufacturados, mientras que las importaciones Eran, sobre todo, metales preciosos y productos alimenticios (cacao, azúcar). El comercio colonial credo a lo largo del siglo XVIII, especialmente en la segunda mitad~ Al mismo tiempo, aumento la participación de las manufacturas españolas en el conjunto de las exportaciones, en las que, sin embargo, fue siempre preeminente la reexportación de manufacturas extranjeras.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

La Política Exterior De Los Borbones

La Política Exterior De Los Borbones



1.Del Revisionismo A Los Pactos De Familia    
Desde la firma del Tratado de Utrecht, los objetivos exteriores de Felipe V fueron dos: 
- Recuperar algunos de los territorios perdidos en Utrecht, sobre todo en España e Italia.
- Asegurar el imperio colonial español.

Las primeras intervenciones exteriores de España intentaron restaurar el dominio español en Italia y expulsar de allí a los austriacos. Esta política recibi
ó el nombre de revisionismo, y fue dirigida por el ministro Alberoni. La primera intervención (1717-19) comenzó con la ocupación de Cerdeña y Sicilia por armadas españolas, pero las potencias europeas se coaligaron para mantener los acuerdos de Utrecht y derrotaron a España, que tuvo que devolver sus conquistas.

Felipe V cese a Alberoni y puso fin al revisionismo. A partir de entonces llevaría una política realista, que no pretendía recuperar la hegemonía de España en Europa. Paradójicamente, esta política, basada en la negociación con las demás potencias y en la intervención en los conflictos que estas mantenían, fue la que permitió a España recuperar posiciones en el continente.


En 1733 España firmó con Francia el Primer Pacto de Familia y poco después la intervención española en la guerra de sucesión de Polonia consiguió que el infante don Carlos fuera reconocido rey de las Dos Sicilias (Sicilia y Nápoles) en 1738. Con Elle se afianzó la influencia española en el sur de Italia y en el Mediterráneo occidental.

Gracias al Segundo Pacto de Familia (1743) España obtuvo para el infante Felipe, segundo hijo de Felipe V, los ducados de Parma y Toscana. De esta forma, se había logrado recuperar buena parte de lo perdido en Italia a consecuencia del Tratado de Utrecht.


2.La Política Exterior Durante La Segunda Mitad Del Siglo XVIII                                      

Durante el reinado de Fernando VI España opto por la neutralidad y no participó en ningún conflicto bélico. Este tiempo de paz se dedicó a mejorar las medios militares de la monarquía y a asegurar las colonias americanas.

Su sucesor Carlos III, tuvo que dejar atrás la neutralidad para hacer frente al expansionismo británico en América. Firmó con Francia el Tercer Pacto de Familia (1761) y participó a su la de en dos conflictos importantes: la guerra de los siete anos (1756-63) y la guerra de la independencia de las Trece Colonias norteamericanas (1775-83). En Esta ultima se obtuvieron resultados favorables: recuperación de Florida, Menorca y Sacramento (Uruguay), aunque no se pudo conseguir la restitución de Gibraltar.

El estallido de la revolución francesa en 1789 provocó la crisis de los Pactos de Familia; en principio, Carlos IV rompió con Francia y se alineó con las potencias que luchaban contra el gobierno revolucionario francés, prevaleciendo la solidaridad monárquica sobre los intereses estratégicos de España. Pero, a partir de 1795, se reactivó la alianza con Francia y el enfrentamiento con el Reino Unido..