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lunes, 5 de enero de 2015

La Primera República Española

La Primera República Española


En la tarde del 11 de febrero de 1873 se proclamaba la república por una amplia mayoría de votos (258 a favor, 32 en contra), en los que se integraban una mayoría de radicales y cimbrios que pensaban en un régimen similar al de Amadeo de Saboya, pero sin monarca. Esa no era, sin embargo, la idea de quienes se proclamaban republicanos ni de los que habían visto defraudadas sus esperanzas por el régimen instaurado en 1868.


1. La Debilidad Del Nuevo Régimen             

La pugna entre federales y unitarios o radicales marcó la historia de la primera experiencia republicana en España. La historia de este período abarcó menos de un año, del 11 de febrero de 1873 al 3 de enero de 1874, cuando el golpe de Estado del general Pavía derrocó al gobierno republicano. En ese tiempo se sucedieron numerosos acontecimientos: cuatro presidentes (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar), seis gobiernos, una
intensa agitación social, dos guerras -carlista y cubana», y la revolución cantonal. El esfuerzo para construir un nuevo modelo de Estado tropezó con múltiples dificultades:

- Una era la cuestionada legitimidad de su origen, al haberse proclamado en sesión conjunta de ambas cámaras, constituida en Asamblea Constituyente, algo que no permitía la Constitución de 1869.
- Otra dificultad fue la diversidad de corrientes políticas y proyectos que defendían radicales y federales, por un lado, y las distintas tendencias dentro del federalismo, por otro.

El primer presidente del poder ejecutivo fue Estanislao Figueras. Su gobierno estuvo formado por cinco ministros radicales y figuras simbólicas del republicanismo (Salmerón, Castelar y Pi i Margall). Se mantuvo la Constitución de 1869, suprimiendo solo los artículos referidos a la monarquía. El 24 de febrero, la Asamblea eligió un gobierno netamente republicano presidido por Figueras. Un mes después, se disolvía la Asamblea tras
haber abolido la esclavitud en Puerto Rico y haber suprimido las quintas.

Se convocaron elecciones para mayo de 1873, con carácter constituyente, pero la agitación federalista hizo temer a los radicales que perderían las elecciones, por lo que prepararon un golpe para el 23 de abril, que fracasó. 

Serrano y Martos huyeron y se refugiaron en Francia. La consecuencia del fracaso de este golpe fue la ruptura entre radicales y republicanos. Finalmente, las elecciones se celebraron el 10 de mayo.


2. La República Federal                                 

Con mayoría republicana federal, las nuevas Cortes Constituyentes comenzaron sus sesiones el 1 de junio y en la primera votación (7 y 8 de junio) proclamaron la república democrática federal.

A Figueras le sustituyó el ll de junio Francesc Pi i Margall, quien intentó conciliar las corrientes republicanas con un programa de «orden y gobierno». Pero los problemas que tenia que afrontar eran casi insuperables: dos guerras (la carlista y la de Cuba) con un ejército en plena disolución y unos oficiales contrarios a la república, y diversos cambios de gobiernos en pocas semanas para dar satisfacción a la derecha republicana.

Pi quería negociar con carlistas y republicanos impacientes, pero en julio de 1873 se produjo en Alcoy una huelga general que derivó en insurrección generalizada. La huelga se reprimió a tiro limpio. Pronto surgieron los cantones, que proclamaron la república federal. El fenómeno cantonalista desbarató los planes de Pi y, ante la resistencia de este a reprimir los levantamientos cantonales, el gobierno entró en crisis. Nicolás Salmerón sustituyó a Pi en la presidencia de la república y se comprometió a restablecer el orden y aprobar las reformas sociales pendientes.


El Cantonalismo

El cantonalismo surgió por dos causas: como reacción defensiva ante la posible derechización de la república y como medio de presión para acelerar la implantación de la república federal. Como movimiento social respondió a diversas demandas sociales y políticas cuyo objetivo común era establecer el federalismo hasta sus últimas consecuencias. Se basaba en la democracia directa, la autonomía de municipios y diputaciones, la supresión de consumos y quintas, el reparto de la tierra, un anticlericalismo difuso y la defensa de los intereses de las clases medias y populares. Pero en ningún caso cuestionaron la unidad de España, a pesar de la apariencia de fragmentar el Estado en cantones independientes.

El movimiento cantonal de 1873 dividió a los republicanos entre los transigentes (Pi, Suñer, Capdevila) y los partidarios de la represión. Pi intentó dar respuesta a estas demandas sociales con medidas como la ley Benot, que regulaba el trabajo de los niños; la abolición de la esclavitud en Cuba y el proyecto de reorganización del ejercito, Pero el propio contexto de agitación hizo inviable estas medidas.

La secuencia temporal de este movimiento se inició en Cartagena el 12 de julio de 1873, al que siguieron entre el 18 y el 22 del mismo muchos otros cantones (Valencia, Alicante, Almansa, Murcia, Sevilla, Cádiz, Salamanca, Málaga, etc.). La represión se inició el 20 de julio por el gobierno de Salmerón, el 21 declaraba piratas los barcos anclados en Cartagena, y entre fines de julio y principios de agosto cayeron los principales cantones andaluces y valencianos. Los últimos en caer fueron Málaga, el 19 de septiembre, y Cartagena, en enero de 1874.


El Proyecto De Constitución Federal

Pi i Margall había presentado a las Cortes un proyecto de constitución para la república federal. Una vez derrotados la mayoría de los cantones, el día 11 de agosto comenzó la discusión del proyecto, ya con Salmerón en el poder. Pero el escaso interés por parte de los diputados y los serios problemas del período postergaron el debate sine die tres días después.

La Constitución non nata de 1873, elaborada apresuradamente por Emilio Castelar, era un texto poco sistemático que definía una «nación española» compuesta por 17 Estados, regulaba los derechos y libertades de los españoles, declaraba la república federal como forma de gobierno de la nación española y delimitaba los poderes del Estado federal y de los Estados de que se componía. 


3. La República Centralista                           

El 6 de septiembre, Salmerón dejaba la presidencia del poder ejecutivo al negarse a firmar dos sentencias de muerte a dos militares que se habían pasado al ejercito carlista. Se había debatido esos días la cuestión de la pena de muerte, y Salmerón, que se oponía, prefirió dejar el poder a cumplir la exigencia de los militares.

Le sustituyó Emilio Castelar, nombrado presidente el 8 de septiembre. Castelar defendía una república centralista (a pesar de haber elaborado el proyecto de constitución federal) y movilizó a los reservistas para acabar con el problema cantonal y continuar las dos guerras vigentes, carlista y cubana. Postergó la discusión del proyecto constitucional. Firmó las penas de muerte que Salmerón rechazó e hizo volver a los dirigentes de los partidos radical y constitucional, entre ellos el general Serrano. 

En la reanudación de las sesiones de las Cortes el 2 de enero de 1874, Castelar debía rendir cuentas de su tarea de gobierno desde septiembre. En el debate de esa tarde, Castelar presentó la necesidad de separar iglesia y Estado y un proyecto de abolición de la esclavitud en Cuba, pero nada dijo del proyecto de constitución, que parecía ya olvidado. El general Pavía, capitan general de Madrid, había preparado un golpe de Estado del que el
mismo Castelar tenía conocimiento, para apoyarle. Pero tras negar la cámara la confianza a Castelar, este dimitió. En la madrugada del 3 de enero, Pavía rodeó el edificio del Congreso con tropas del ejercito y de la Guardia Civil, y ordenó que desalojasen el hemiciclo. Después del asalto a tiros, los diputados huyeron sin mayor resistencia, aunque habían jurado horas antes morir antes que abandonar sus escaños. Sin resistencia, pues, ni en el Congreso ni en la capital, finalizaba el experimento republicano.


4. El Gobierno De Serrano                            

La primera decisión era establecer el modelo político del nuevo gobierno. Para ello, Pavía reunió a los tres capitanes generales residentes en Madrid (Serrano, Concha y Zavala) y a un grupo de políticos entre los que estaban Sagasta y Cánovas para imponer una república con Serrano como presidente, muy influida por el modelo francés. Todo ello después de advertir fue el golpe no se había dirigido contra la república, sino contra quienes habían derrotado a Castelar en las Cortes y defendían el retorno a la experiencia federal, que la gente de orden y el ejercito no aceptaban.

De enero a diciembre de 1874, se instauró un régimen conocido como república unitaria o dictadura del general Serrano, ya que fue el quien presidió el gobierno y ejerció como presidente del poder ejecutivo. Su mandato se abrió con un golpe de Estado y se cerró con otro, el 29 de diciembre.

El propio Cánovas, del partido alfonsino, definió el régimen del general Serrano como «la aspiración al poder supremo de un soldado con fortuna». Se trataba de una dictadura personal encubierta bajo la forma republicana. Era un sistema híbrido sin constitución, pues la de 1873 no se había promulgado y la de 1869 se había dejado en suspenso. El manifiesto a la nación del 8 de enero de 1874 definía las intenciones de los autores del
golpe; «Un poder robusto cuyas deliberaciones sean rápidas y sigilosas, donde el discutir no retarde el obrar». Reconocía la Constitución de 1869, pero quedaba en suspenso hasta que la normalidad retornase a la vida pública. Se daba un papel primordial al ejercito, única institución vertebrada y asentada en «una nación dividida», lo que le confería un papel arbitral. El manifiesto no utilizaba el termino «republicano», hacía un llamamiento a los partidos liberales (constitucionalistas y radicales) y marcaba distancias con los republicanos federales. Apelaba a los grupos sociales acomodados, la gente de orden, lo que permite concluir que el golpe de Pavía fue resultado de la disidencia de un sector poderoso de la sociedad civil.


Hacia El Retomo De Los Borbones

Los gobiernos del ano 1874, un total de tres, siempre actuaron con la idea de provisionalidad y de volver a la normalidad institucional. Tanto el decreto de disolución de las Cortes Constituyentes como la vigencia de la Constitución de 1869 se supeditaban a la «normalización» de la vida política y la recuperación del orden, ya que continuaban abiertas las dos guerras, la cubana y la carlista, y que aún resistía el cantón de Cartagena.

Esta provisionalidad facilitó los preparativos del retorno del hijo de Isabel II, Alfonso. El 3 de septiembre Sagasta sustituyó al general Zavala en el gobierno, mientras el general Martínez Campos preparó un pronunciamiento, del que Cánovas (principal dirigente del sector alfonsino) no era partidario. Canovas quería una restauración monárquica por la vía civil, evitando el pronunciamiento. Martínez Campos salió de Madrid el 26 de diciembre, marchó hacia Sagunto tras comunicar sus planes a Cánovas, y allí arengó a las tropas el 29 de diciembre proclamando a Alfonso Xll nuevo rey de España. La rápida adhesión al pronunciamiento obligó a Serrano a marchar a Francia, mientras el último día del año Cánovas constituía el «ministerio-regencia» que inauguraba una nueva etapa.



sábado, 3 de enero de 2015

El Reinado De Amadeo I

El reinado de Amadeo I


Amadeo de Saboya fue elegido rey por el empeño del general Prim, quien quería evitar la proclamación de la república. Pero el mismo día en que el nuevo monarca desembarcaba en Cartagena, el 30 de diciembre de 1870, Prim moría en Madrid víctima de un atentado. Desaparecía así el principal valedor de Amadeo y, sin el, su reinado fue un largo desierto.


1. El Difícil Reinado De Amadeo De Saboya       

Nunca se supo quien asesinó a Prim. Las investigaciones inculpaban, sin pruebas, a Serrano y otros políticos, al duque de Montpensier o a los esclavistas españoles de Cuba, porque Prim era partidario de abolir la esclavitud.

Amadeo entró en Madrid el 2 de enero de 1871, juró la constitución y comenzó la primera experiencia de una monarquía democrática en España. Pronto sufrió el menosprecio o la indiferencia de los altos mandos militares y de la aristocracia: fue muy comentado el desplante de las damas
de la «alta sociedad» madrileña en la «manifestación de las mantillas» en la Castellana, donde exhibieron flores de lis, símbolo de los Borbones.

El nuevo rey tuvo que encargar la formación de gobierno a Serrano, a pesar de que nunca llegaron a entenderse.

La inestabilidad política y social

Uno de los principales problemas políticos fue la división interna en los partidos que apoyaban a Amadeo, unionistas y progresistas, especialmente estos últimos. Esta división era reflejo del personalismo, pero también del bipartidismo que perfilaba la vida política. Dentro del progresismo se formaron dos tendencias:

- Una más conservadora, con Sagasta a la cabeza: eran los llamados constitucionalistas, que tuvieron el apoyo de los unionistas de Serrano.
- Otra mas reformista, dirigida por Ruiz Zorrilla, los radicales, a la que se unieron los cimbrios, provenientes del partido demócrata que se había escindido entre los que defendían la monarquía y los partidarios de la república.

Ambas facciones se enfrentaron, lo que hacía inviable la acción de gobierno. Esto llevó a la crisis de julio de 1871, en la que Amadeo encargo gobierno a Ruiz Zorrilla, que decretó una amnistía y logró un empréstito para sanear la Hacienda. Pero en octubre fue sustituido por un militar próximo a
Sagasta. La ruptura se confirmó en las elecciones de abril de 1872.

Por otro lado, existía una gran agitación sociopolítica derivada de los efectos de la Comuna de París y la difusión de los principios de la I Internacional en España. El miedo a la revolución proletaria empujó a Sagasta a adoptar medidas represivas contra las organizaciones obreras: dos circulares de mayo de 1871 y enero de 1872 prohibieron las actividades de los internacionalistas y cualquier acto público en España.

Sagasta presidió el gobierno desde diciembre y buscó alianzas cambiantes con unionistas o demócratas, pero hizo uso de la manipulación electoral, a pesar de las demandas de Amadeo de que las elecciones fueran limpias.

El desprestigio del gobierno obligó a Amadeo a sustituir a Sagasta y poner en su lugar a Serrano, quien en aquel momento (mayo de 1872) estaba dirigiendo la guerra contra la sublevación carlista al frente del Ejercito del Norte. Pero Serrano duró pocos días, pues la firma unilateral del Convenio de Amorebíeta (24 mayo de 1872), por el que indultaba a los carlistas, in
dignó a militares y radicales. Le sustituyó Ruiz Zorrilla, que presidió el último gobierno de la monarquía amadeísta.

A toda esta inestabilidad política y social contribuyó la importante oposición de los republicanos federales, cada vez mas radicalizados.

Las guerras y los problemas con el ejército

A todos estos problemas se unió el estallido de otra rebelión carlista y de la guerra de Cuba, que se inició en 1868, en la que el gobierno se enfrentó tanto a los independentistas de Carlos Manuel de Céspedes como al «partido español» de la isla que controlaba los negocios, exigía mantener la esclavitud y se oponía a cualquier refonna del sistema cle explotación.

El malestar en el ejercito se acrecentó por el nombramiento del general Hidalgo como capitán general de las Vascongadas. El arma de artillería prorestó por considerar que había participado en la represión de los artilleros del cuartel de San Gil en 1866. Para presionar, los mandos artilleros solicitaron la separación colectiva del servicio. El gobierno y las Cortes estaban decididos a reafirmar el poder civil sobre el ejercito y aceptaron la renuncia de los oficiales. Este nuevo foco de enfrentamiento colmó la paciencia del rey Amadeo se negó en un primer momento a firmar el decreto de reorganización del arma de artillería, pero al haberlo apoyado el Congreso, lo firmó, y el día 10 de febrero de 1873 renunció a la corona.

El balance del reinado habla por sí solo: seis gabinetes, tres elecciones generales a Cortes y el fracaso del primer experimento de monarquía democrática, de clases medias, Mientras, el rechazo de la nobleza, de los círculos selectos de Madrid, fue aprovechado por Canovas para favorecer la causa del futuro Alfonso Xll, hijo de Isabel ll, y formar el partido alfonsino.

A las tres de la tarde del 11 de febrero de 1873, el Congreso y el Senado, en sesión conjunta, asumieron los poderes y proclamaron la república por 258 votos a favor y tan solo 32 en contra.

2. La Tercera Guerra Carlista (1872-1376)   

El carlismo adquirió nuevo impulso durante el Sexenio. La llamada segunda guerra carlista (1846-1849) y el incidente de San Carlos de la Rápita (1860) son capítulos de poca entidad en la historia de las guerras civiles del siglo XIX, Fue la guerra de 1872-1876 el otro gran acto de la lucha entre los gobiernos liberales y el carlismo. Reorganizado en esta nueva fase, el partido carlista experimentó un rearme militar e ideológico. A él se sumaron los neocatólicos*, partidarios de la lucha legal y del acceso pacífico al poder, lo que hizo que en el carlismo convivieran dos corrientes:

- Una facción más abierta, identificada con el general Cabrera y otros militares, acusada de heterodoxa y próxima a la masonería.
- Otra más ortodoxa, a cuyo frente estaban Carlos VII y Cándido Nocedal, que optó por la lucha legal hasta que el retroceso electoral de 1872 les decidió por la acción militar.

La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872, tres días después de abrirse las Cortes, con el levantamiento fallido del general Castells en Barcelona, Dorregaray en Valencia, Savalls en Gerona y Ferrer en el Maestrazgo. El fracaso de la sublevación en el País Vasco dio por cenada esta primera fase de la guerra. Don Carlos había entrado en territorio español, pero tras la derrota carlista en Oroquieta, se firmó el Convenio de Amorebieta, por el que Serrano concedía indulto general a los insurgentes, lo que le valió serias críticas. El convenio desmovilizó las partidas carlistas, pero don Carlos no lo aceptó y la lucha siguió en Cataluña. 

La reorganización del ejército carlista tras la derrota de Oroquieta llevó a reanudar las hostilidades en diciembre de 1872. La guerra se generalizó durante 1873, don Carlos entró de nuevo en España en julio y sus partidarios ocuparon el País Vasco, Navarra y parte de Aragón, de la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha (Cuenca, Albacete). El capítulo más importante del conflicto fue el sitio de Bilbao, que ganaron las tropas liberales.

La forma en que se produjo la guerra y las peculiaridades del territorio permitieron la creación de un Estado alternativo en el norte del país, integrado por las tres provincias vascas y Navarra. Su base institucional fueron las diputaciones, y se llegó a legislar en cuestiones de enseñanza, orden público, levas de soldados o economía; emitió moneda a  y tuvo servicio de correos propio. Las sedes fueron Estella y Durango. La ideología carlista del Sexenio, de base romántica, idealizaba el mundo rural y las tradiciones, todo ello teñido de un intenso catolicismo, un autoritarismo monárquico y la defensa de los fueros. 

Tres razones o «resistencias» explican la persistencia del conflicto carlista a lo largo del siglo XIX:
- La primera fue la resistencia del mundo campesino a la penetración de las formas productivas del capitalismo moderno.
- La segunda sería la resistencia de los territorios forales, o que habían disfrutado de privilegios forales en el pasado (caso de los reinos de la antigua Corona de Aragón), al centralismo liberal.
- La tercera resistencia era al proceso de secularización iniciado en España con la revolución liberal. Frente a ese proceso se alzó una religiosidad tradicional, integrista, que se apoderó del discurso de la «tradición». 

La centralización establecida en 1876, tras el fin de la guerra, acabó con los restos del sistema foral vasco y abrió el camino para la transformación, durante el período de la Restauración, del viejo fuerismo en el nacionalismo de base étnica, católica y xenófoba.